¿Cómo saber si soy neurodivergente? Señales y primeros pasos

Cada vez más personas adultas se preguntan si podrían ser neurodivergentes. Tal vez sientas que siempre has vivido con la sensación de ser diferente, de no encajar del todo en grupos sociales o laborales. Quizá necesitas un esfuerzo extra para concentrarte, organizar tu día o mantener la calma en situaciones sociales. O puede que simplemente te resuene una frase: “Creo que pienso y siento distinto a la mayoría.”

Lo primero que quiero decirte es que no estás sola. Muchas personas llegan a la adultez con dudas sobre si podrían estar dentro del espectro autista, tener TDAH o altas capacidades. En especial, muchas mujeres lo descubren tarde, porque los síntomas no siempre coinciden con los estereotipos que solemos ver en películas o diagnósticos tradicionales.

La investigación reciente ha demostrado que el autismo en mujeres suele diagnosticarse más tarde porque se manifiesta de forma diferente. Un estudio publicado en Autism (Hull et al., 2020) evidenció que las mujeres autistas tienden a usar con más frecuencia el masking (camuflaje social), lo que oculta los síntomas y retrasa el diagnóstico. Este enmascaramiento, sin embargo, se asocia a mayor riesgo de ansiedad, depresión y burnout.

Muchas personas llegan a esa pregunta después de años de sentirse distintas. A veces son pequeñas pistas que se repiten:

  1. El agotamiento que aparece después de pasar tiempo en reuniones sociales.
  2. La facilidad para concentrarte intensamente en lo que te apasiona y, al mismo tiempo, la dificultad para organizar tareas rutinarias.
  3. La incomodidad con ciertos ruidos, luces o texturas que para otros pasan desapercibidos.
  4. La voz crítica interna que no se calla, que exige perfección y no tolera errores.

Lo curioso es que, en muchas mujeres, estas señales se camuflan durante años bajo el llamado masking o camuflaje social. Sonrisa forzada, gestos aprendidos, frases ensayadas. Todo con un fin: encajar. Y lo consiguen… a costa de un enorme desgaste.

De hecho, investigaciones como la de Hull y colegas (2020) han demostrado que este enmascaramiento es mucho más frecuente en mujeres autistas, y que está directamente relacionado con mayor riesgo de ansiedad, depresión y burnout.

El alivio (y el vértigo) de la sospecha

Cuando empiezas a leer sobre autismo, TDAH o altas capacidades, puedes sentir un extraño alivio: por fin encuentras palabras que ponen orden a tu historia. Pero junto a esa claridad aparece otra emoción: vértigo. ¿Y ahora qué hago? ¿Me lanzo a buscar un diagnóstico? ¿Y si me equivoco?

No hay respuestas universales, pero sí hay caminos. Y lo importante es que sepas que no tienes que recorrerlos sola.

El primer paso puede ser tan simple como informarte con fuentes fiables y dejar de cuestionar lo que sientes. Tu experiencia es válida, aunque todavía no tenga un papel que la confirme.
El segundo paso es buscar acompañamiento especializado. Un/a psicólogo/a con experiencia en neurodivergencia puede ayudarte a explorar esas dudas, guiarte en el proceso de evaluación y, sobre todo, ofrecerte un espacio donde no tengas que ocultarte.


Y el tercer paso, quizá el más transformador, es empezar a reconocerte sin máscara, probando poco a poco a mostrar tu forma de ser sin filtros.

No estás sola

Ser neurodivergente no significa estar rota. Significa que tu mente funciona de manera diferente, con retos particulares, pero también con fortalezas únicas. Y lo que hoy ves como un motivo de duda, puede convertirse en un punto de partida para vivir con más autenticidad y menos exigencia.

 Si sospechas que eres neurodivergente, recuerda: no necesitas una etiqueta para empezar a cuidarte. La terapia puede ser el espacio donde comprenderte mejor, sanar viejas heridas y dar los primeros pasos hacia una vida más amable contigo misma.